sábado, 1 de diciembre de 2007

Indio Solari: "Siempre tuve una mirada cínica"

En una larga charla a solas, habló de todo: su decepción por la cultura rock, su opinión del regreso de Soda Stereo y contó por qué no vuelven los Redondos. También se refirió a la amistad con Andrés Calamaro y a la relación con su hijo (Bruno, de 7 años). Además, en exclusiva, cómo es "Porco Rex", su segundo disco solista que sale la semana próxima



Este señor de 58 años por el que cientos de miles de fanáticos pagarían por compartir al menos una copa es, parece, un hombre común. Debajo de la proyección popular que lo petrificó como "una fría y enigmática estrella del rock independiente", lo que se vislumbra en este mediodía soleado en su casa de Parque Leloir es una idea bien diferente. El Indio Solari disfruta haciendo zapping a cualquier hora por televisión, corre todas las mañanas con radio y auriculares para escuchar un poco la Rock & Pop y La Mega, colabora con Greenpeace, cuando puede lleva a su hijo (Bruno) al cine, adora a su mujer (Virginia), quiere a su perro (Saturno), dejó el cigarrillo y casi el whisky. Y hasta cambió su círculo de amigos: "Me junto muchos con los padres de los compañeritos de colegio de Bruno, gente muy macanuda. No me cargosean, son juiciosos. Ya decidimos abandonar la excusa de los chicos y reunirnos porque sí".

Es gentil, charlista y trasunta en cada uno de sus dichos un apasionamiento que suena sincero. Utiliza, como siempre, palabras que ya casi no se escuchan ("soy medio chúcaro") y metáforas pintorescas (morirse es "entregar el sachet", para graficar su esperanza de estar vivo para la adolescencia de su hijo dice, por ejemplo: "Si es que todavía tiro papel picado en este cascote"...). Ahí está: repantigado en el sillón de su estudio. Acaba de poner en el equipo su flamante segundo disco solista Porco Rex -que sale el jueves 6- (ver El disco...) y se queda escuchando junto con el periodista, en silencio, haciendo cada tanto la mímica de tocar la bateria.

Dirá: "Es un disco conceptual, muy personal. Habla del deseo, del amor, la traición y la muerte".

¿Por qué "conceptual"?

Me di cuenta una vez que lo escuché terminado. Hay una unidad. Ya no tengo ganas de opinar sobre la cultura rock, prefiero hablar de sensaciones personales: canciones de amor, de rupturas. Uno a cierta edad hace ciertos balances. El disco está dedicado a dos amigos, Nano y Alejo, que hacía mucho tiempo que no veía y que me enteré que murieron. Hay una canción que le debía a Virginia, Y mientras tanto el sol se muere...: quería dedicarle una canción que estuviera a la altura de la calidad de su amor

Vos siempre te mantuviste escondido como letrista, ¿qué ocurrió para que te abrieras?

Es que no tengo deseo de otra cosa más que hablar de asuntos que tengan valor para mí. Tiene que ver con el estado de la cultura rock. Hay como una especie de teatralización irónica que ha congelado todas las miradas y las transformó en fórmula. La industria musical manda y los chicos escuchan cualquier cosa: Juanes, una cumbia, los Redondos. Yo vengo de la contracultura. Para mí el rock no es un género, es una cultura. Nunca me interesó Elvis, lo relaciono con Neil Sedaka, con Las Vegas. Me interesan Dylan, Hendrix, Led Zeppelin. De algún modo siento que volvimos a los años 50.

¿No tendrá que ver tu edad? A lo mejor a un chico de 15 años le pasan cosas que te excluyen...

Puede ser. Casi no salgo, abandoné la bohemia, ya no voy a esos piringudines en donde uno podía escuchar algo nuevo. Pero siento que ya no existe aquel heroísmo. Ni siquiera la inercia que tuvo la contracultura aquí, en la Argentina, que permitió que bandas como los Redondos puedan haber surgido. Yo en mi disco anterior escribí que, finalmente, los '60 fueron tres años. Ni siquiera soy nostálgico. Yo la curtí cuando el rock era la banda de sonido de un deseo contracultural, queríamos difundir poder, creíamos en una manera alternativa de vivir. Nunca fui hippie, siempre tuve una mirada cínica. Lo mío no era el campo, los sahumerios y la mostacilla; lo mío era un departamento de dos ambientes en la ciudad. Ahora conservo esos valores en mí, pero noto que entre los jóvenes ya no existe aquella épica, que son permeables sólo a lo que ofrece la industria.

Entre revistas, discos, fotos con su hijo y su mujer, unas mancuernas en el piso, una tele Sony apagada y una laptop, Solari pasa horas en este estudio/escritorio dibujando (su gran berretín), respondiendo mails, pensando detalles de la producción de lo que va a ser la presentación en vivo de Porco Rex. "No es fácil todo el trabajo de la producción. Si bien el trabajo que hacía la Negra Poli ahora se lo reparten entre Julio (Sáez, guitarrista y asistente) y Virginia, tengo que estar en todo porque soy un obsesivo y un tirano. Y eso cuesta. Todavía estoy pagando costos de mis dos shows en La Plata. ¡Y eso que a cada show fueron 50.000 personas! Es que me cobran como si fuera una productora gigante. Como ocurre en el fútbol, la venta de las entradas no significa nada. Todo pasa por la esponsorización, la TV, etc. Pero es el camino que elegí. Porco Rex vamos a tocarlo más: seguramente volvamos a hacer shows en La Plata y además vayamos a Rosario, Córdoba.


¿Que te pareció la gira de regreso de Soda Stereo?

Un éxito demoledor. Independientemente de que haya estilos que no me interesan, Soda es la pata más importante del rock en castellano de América latina. Siempre fue un producto bien hecho. Cerati es un excelente guitarrista y tiene una bella voz, aunque no sea una voz que a mí guste especialmente. Me cuesta hablar de Soda porque enseguida empiezan las lecturas insidiosas. La gente no entiende que en mi caso -y creo que en el de ellos también- toda esta cosa del River-Boca nos importa un bledo, que es un asunto para teenagers. Dentro de lo que hablábamos antes, la industria te puede ofrecer High School Musical o un producto serio y consistente, como es el caso de Soda. Obvio, hay diferencias.

¿No te proyectaste qué podría pasar con un regreso de los Redonditos?

Pero es distinto. A la gente le gustó que una banda de culto se volviera masiva... Yo no sé si todo lo que tiene Soda detrás funcionaría con los Redonditos. Sí no tengo dudas de que iría muchísima gente.

Skay dijo que si alguna vez vuelven es con disco nuevo...

Estoy de acuerdo, es la única manera. Yo soy un hedonista ético. El dinero, para mí, sirve para tener derecho al placer. El placer con Skay no era tomar un vino juntos, era hacer música juntos. Y ese placer no está ahora, no existe. Y ni él ni yo vemos un regreso como algo cercano. Sería para más quilombos, para putearnos.

¿Hablás con Skay?

Cada tanto. Tenemos intereses en común: somos artistas de catálogo y los discos se siguen vendiendo. En un momento se habló de editar el material que tenemos grabado y filmado de los conciertos de River. Pero no sé. No me imagino juntarme con Skay para ver cómo mezclamos el audio de los shows de River... Es como ponerse a toquetear un muerto querido. Con los Redondos pasó como con esos matrimonios que se separan para tomarte unas vacaciones y justo el tipo conoce una minita... No hay modo de volver. Skay dijo que sintió una liberación. Y claro, no le tiene que consultar nada a un hinchapelotas como yo (se ríe). De esa libertad no se vuelve.

¿Por qué lo convocaste a Calamaro?

Tenemos una relación muy afectuosa. Me hace cagar de la risa. Todos los días nos mandamos mails, pelotudeamos de lo lindo, no nos tuteamos... Yo quería componer una canción para que la cantara él, pero al final participó en una que ya tenía escrita. Hace rato venimos hablando de formar una banda misteriosa para tocar en lugares chicos versiones en español de temas del rock internacional. Queremos rocanrolear de lo lindo... pero es complicado. Por más que nos llamemos, no sé, Los Culos Sucios, la gente se va a enterar que estamos él y yo...

Lo llaman por un intercomunicador para almorzar. Lo espera Bruno: "Está a full. Hace tae kwon do, va de aquí para allá, sociabiliza. Nunca escuchó nada de los Redondos, sí mis dos discos solistas. Es que no sube al estudio, y acá tengo toda la discografía. Mi casa está impoluta de Redonditos. Igual algo sospecha: los amigos le preguntan, cuando salimos nos sacan fotos con los celulares... Estoy muy pendiente de él. El me fascina más a mí que yo a él".

Después de dos horas y media, el Indio Solari asoma de su bunker y acompaña a la puerta. El cielo es de un celeste limpio. El fascinante y claustrofóbico micromundo Solari se disuelve entre la arboleda de Parque Leloir.

1 comentario:

Anónimo dijo...

GRACIAS NIKO POR ESTA NOTA, CUANTAS VERDADES DICE EL CHABON...

NO TENDREMOS REDONDO, PERO LO VAMOS A TENER AL INDIO EN EL GIGANTE!